Sarita, aún camuflada, siguió a los guardias que llevaban a su familia y al resto de personas a lo largo de un camino que conducía hasta un enorme castillo.
Por el camino su familia y todos los demás empezaron a convertirse en hombres rana. Primero comenzaron a ponerse azules, después amarillos y por fin verde pistacho, la piel se volvió áspera y aparecieron las primeras escamas. Luego, sus ojos empezaron a hacerse grandes, saltones y se pusieron de un color rojo viscoso. Después, los dedos de sus manos se volvieron planas y sus dedos se juntaron formando unas enormes ancas. Al final del cambio se sentían muy ágiles y con unas terribles ganas de comer moscas.
Sarita, todavía sorprendida, vio que uno de los guardias tenía las llaves con las que había cerrado la prisión y pensó que debía ser valiente y actuar cuanto antes si quería ayudarles. Al poco tiempo ya tenía un plan; primero robaría la piedra azul que parecía que era la que mantenía a todas las personas bajo un hechizo y después conseguiría las llaves para liberarles.
Robar la piedra fue fácil porque el rey, a pesar de parecer muy fuerte y poderoso, pasaba la mayor parte del tiempo dormido y el resto de los guardias estaban muy ocupados con los nuevos prisioneros para darse cuenta de su presencia.
Cuando Sarita consiguió quitar la piedra azul del lugar que ocupaba en la gran explanada, se produjo un enorme destello azul, como una explosión brillante que se extendió por toda la ciudad y todos volvieron a recuperar su forma. Los hombres rana de la ciudad volvieron a ser ranas y los prisioneros volvieron a adquirir su forma humana.
Aprovechando que ahora el guardia era una rana, Sarita recuperó las llaves, liberó a todos y corrió a abrazar a su familia. Después todos juntos volvieron al pueblo y decidieron destruir la piedra azul para evitar que se repitiera el hechizo. Todos creyeron oportuno que fuera Sarita, que había demostrado ser muy valiente, quien se encargara de romper la piedra, pero ella quiso que su hermano Colás, y sus amigos, Martín y Gustavo, le ayudaran a hacerlo. De este modo, esa fue la primera cosa que Sarita pudo hacer con su hermano mayor, pero ya no sería la última, pues se había ganado el respeto de todos.